Mi transición a canas
Hace siete años tomé una decisión que cambiaría mi relación con mi cabello para siempre: dejé el tinte y abracé mis canas. Tenía 31 años, llevaba tiempo retocándome las raíces cada dos o tres semanas y además, nunca me sentía del todo cómoda. Si me despistaba, ahí estaban ellas, asomando sin piedad.
Mis primeras canas
Mis primeras canas aparecieron a los 18 años. Al principio, cada vez que veía una, me la arrancaba sin pensarlo dos veces. Pero llegó un punto en el que me di cuenta de que eso era una batalla perdida: parecían crecer más rápido de lo que podía eliminarlas.
Por cierto, desmintiendo un mito clásico: arrancar una cana no hace que salgan más. Lo que pasa es que cada folículo piloso produce un solo cabello, y si ese folículo ya no genera melanina, el pelo que nazca será canoso. Pero eso no afecta a los folículos vecinos ni los «convierte» en canas.
El baile de tintes y la esclavitud del retoque
A medida que aumentaban mis canas, también lo hacía mi obsesión por cubrirlas. Pasé años probando todos los colores posibles, primero en la peluquería y luego en casa, con la esperanza de espaciar las sesiones de tinte. Pero cuanto más intentaba ocultarlas, más esfuerzo requería. A los 28 años, después de 10 años de tintes, me pregunté: ¿qué pasaría si dejara de teñirme?
Lo hablé con mi peluquera y su reacción fue como una jarra de agua fría: «¡Ni loca! ¡Eres muy joven para dejarte las canas! ¡Te verás mayor!» Me dejé convencer y seguí tiñéndome. Hasta que, sin darme cuenta, pasé de teñirme una vez al mes a hacerlo cada dos semanas. Fue entonces cuando tuve un pensamiento que lo cambió todo: «No quiero que mi vida sea esto.» No quería ser esclava del tinte para siempre.
Mi transición: decoloración y mucha paciencia
Busqué formas de dejarme las canas y finalmente, me decidí por la decoloración. Pensé: si aclaro mi pelo hasta rubio muy claro, la diferencia con las canas no será tan grande.
Bueno, en teoría sonaba bien. En la práctica… no tanto. Tras varias horas y una factura de peluquería importante, mi pelo estaba rubio platino, pero no gris. Además, mis raíces oscuras empezaron a crecer y el contraste era tremendo. No era la transición suave que imaginaba, pero ya no había vuelta atrás. Así que seguí mi camino, cada tres meses cortaba los restos de decoloración, y poco a poco, después de un año y medio, llegué a mi color natural.
Greyblending: la transición moderna y suave
Por suerte, hoy en día hay opciones mucho mejores que la mía. Gracias a la moda, muchas peluquerías han perfeccionado técnicas como el greyblending, que consiste en mechas diseñadas para imitar el patrón de canas natural, haciendo que la transición sea más sutil y favorecedora.
Aun así, sigue siendo una técnica costosa y con elevado mantenimiento, por lo que en próximos artículos te hablaré de otros métodos para dejarte las canas.
¿Te resuena mi historia?
Si has llegado hasta aquí y te identificas con mi historia, quédate por aquí. En los próximos posts compartiré todo lo que he aprendido sobre la transición a canas y cómo cuidarlas para que luzcan sanas y bonitas, ¿me acompañas?
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